En la infancia somos pura esencia, solo amor
incondicional, la materia etérica de la que está hecha el ser humano...
Todos nacemos vinculados y la vida llega a
través de nuestros padres por los que sentimos un profundo vinculo y un gran
amor incondicional desde que llegamos al mundo. El único lenguaje de que disponemos
para conectarnos inicialmente con
nuestro entorno es el lenguaje emocional, a través de lo que sentimos nos relacionamos y crecemos.
Cuando
de niños sentimos en nosotros a través de nuestros padres su dolor, su tristeza,
su rabia, impotencia o sufrimiento el impulso es aliviarlos, cargar con parte
de eso para que se sientan mejor, para sentirlos felices y así recibir
felicidad, hacemos lo que sea por esto...
A través
de conectar con sus diferentes emociones y sentimientos a un nivel muy profundo
e inconsciente nos nutrimos de su esencia y crecemos, por eso en gran medida lo que
sentimos la mayor parte del tiempo a través de nuestra relación con ellos
determinará las emociones con las que nos sentiremos más cómodos e identificados
en la edad adulta, si fueron felices la felicidad será algo “natural” en
nosotros, pero si sentimos tristeza o rábia a través de los padres esto también
pasará a ser algo “natural” en nosotros, algo que aparecerá de manera natural
en nuestra vida...
A medida que crecemos desarrollamos nuevos
recursos para relacionarnos con el mundo, un nuevo lenguaje – el diálogo
interno, nuestra parte racional - ... el lenguaje emocional sigue funcionando
pero dejamos de comprenderlo, la parte racional es la que más se educa en
nuestra cultura, a la que se le da más importancia y es ahí cuando el corazón
empieza a tener razones que la razón no entiende y perdemos la capacidad de
discernir entre los propios sentimientos y los sentimientos tomados por amor,
nos convertimos en analfabetos emocionales para ser racionales cuando lo más
importante de nuestras vidas se aprende a través de lo que sentimos al
relacionarnos con nuestro entorno... acabamos perdiendo la capacidad de conectar con nosotros
mismos igual que olvidamos como aprendimos a caminar y al final vivimos dentro
de nosotros con un gran desconocido...
Falta cultura
emocional, nos faltan recursos para identificar y reconducir determinadas
lealtades que establecemos por ese amor ciego hacia los padres que sentimos en
nuestra más tierna infancia, en esa etapa en la que construimos nuestro sistema
de creencias y desarrollamos más que nunca nuestra intuición.
En
demasiadas ocasiones aun de adultos seguimos enganchados a ese “sacrificio por amor” en el
que nuestra intención es llevar parte de la carga de nuestros padres para
sentirlos más felices y en consecuencia
sentir esa felicidad en nosotros, ser adulto supone comprender y asumir que
la felicidad no viene a través de los padres sino que únicamente llega a través
de uno mismo, los padres nos facilitan la vida para poder hallarla pero el
resto depende ÚNICAMENTE de nosotros...
Olvidamos que crecer supone renunciar a parte
de lo que recibimos de nuestros padres para poder construir nuestra propia
identidad y nuestro propio destino.
En la adolescencia es cuando hacemos el primer intento de
renuncia para poder tomar nuestra vida, aunque una vez que pasa volvemos a ser
leales a demasiadas cosas aun porque la vivimos como una dolorosa guerra con
los padres y el resultado es que al final por amor no hay renuncia, los padres
ganan y no crecemos... Falta orientación, comprensión y acompañamiento en esta
etapa y es en la vida adulta
a través de las experiencias vividas una y otra vez, a través del dolor cuando
renunciamos y crecemos, algunos demasiado tarde...
Cuantos padres sufrimos por ver sufrir a
nuestros hijos y no comprender ni poder hacer nada, y que gran dolor sentimos
al ser protragonistras de esto cuando nuestro gran deseo es que sean felices. En el fondo su sufrimiento siempre es el reflejo de algun
sufirmiento vivido durante demasiado tiempo en nosotros, algo que no supimos
identificar ni gestionar mejor y por amor ellos quisieron aliviar a través de
ese amor incondicional,... demasiadas veces nos muestran que no hemos sabido
encontrar la felicidad.
En la vida hay sufrimiento y este nos ayuda a
crecer, a movernos, a desarrollarnos... en la vida hay sufrimiento pero también
hay otras cosas maravillosas, la vida no
es sufrimiento pero nos cuesta comprender que la felicidad depende únicamente
de nosotros de nuestra capacidad de aceptación, comprensión, respeto y
agradecimiento, de nuestra capacidad de amar con los ojos abiertos para poder
ver que cargar con el dolor de otros solo genera más dolor y que lo único
que llama a la felicidad es aprender a ser felices con lo que recibimos: LA
VIDA.
10 comentarios:
Qué bonita entrada Rebeca; parece que con el lenguaje, oral y escrito, tratamos de engañarnos o diferenciarnos y casi menospreciar el verdadero modo de comunicarnos. Aquel fruto de la evolución y totalmente universal.
Qué bueno será saber recuperarlo; y permitirnos sentir... entender... aceptar y compartir... tan simple en apariencia y tan costoso, a veces, en la práctica.
Algunos dicen que "la felicidad" no está en la meta sino el camino.
Somos fascinantes, de eso no me cabe ninguna duda.
Muchas gracias Rebeca; por estar ahí y saber acercarnos más a nosotros mismos.
AngoLito
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